miércoles, 23 de noviembre de 2016

El sitio de Tiro (II)

Todos estos preparativos habían consumido seis meses de duros trabajos y numerosas bajas. Finalmente, Tiro fue asaltada por los barcos, con el apoyo del malecón que pese a todo no llegaba hasta las murallas. Dueño del canal más próximo a tierra, Alejandro pudo acercar sus naves de asalto a las murallas más cercanas al mar, y que eran las que menos resistencia ofrecían. Allí, ayudado por las catapultas de torsión, lanzó piedras pesadas para agrietar la mampostería de los muros y bajo el fuego de cobertura de las balistas, que eran una versión ampliada de lo que luego será la ballesta medieval, usadas con el objetivo de limpiar las almenas de defensores y permitir una aproximación de sus tropas.


Asedio de Tiro visto desde el interior de la ciudad. Las torres móviles de asalto protegen los trabajos en el malecón

Alejandro construyó torres portátiles sobre galeras de puente ancho, con dos o tres filas de remeros que les daban una gran velocidad y, sobre ellas, dispuso a hombres armados y preparados para el ataque. Uno de ellos fue Alejandro, quien daba órdenes al piloto y lo dirigía en busca de una brecha en las murallas. El primero en cruzar la muralla fue Admeto, capitán de la guardia, quien animando a sus hombres a que le acompañaran fue herido de muerte. Alejandro, que acudió inmediatamente en su ayuda, acabó entrando en la ciudad con su destacamento al mismo tiempo que las naves rompían la barrera del puerto. Tiro estaba perdida.

Aunque Arriano no da el número de muertos, calcula en 30 000 el número de cautivos. Rufo Quinto Curcio dice que mataron a 6 000 hombres armados; y a pesar de que Alejandro prohibió que sacaran a los que se habían refugiado en el santuario del templo, en una muestra de piedad, no impidió que acabasen crucificando a 2 000 personas.

Durante el sitio, Alejandro recibió una embajada de Dario. Éste le ofrecía 10 000 talentos a cambio de su familia, prisionera tras Issos (suma nada desdeñable pues Alejandro había heredado de su padre: unas copas de oro y plata, menos de 60 talentos en el erario y una deuda de 500 que no había pagado; a lo que habría que añadir que se había lanzado a la conquista de Persia con una deuda de otros 800 que pidió prestados y que incluso tuvo que vender algunos de sus bienes personales). Darío le ofrecía también toda Asia Menor al Oeste del Éufrates, una alianza y la mano de su hija. Uno de sus generales, Parmenión le dijo: “si yo fuera Alejandro, aceptaría tantas ventajas antes de exponerme a nuevos peligros”, a lo que Alejandro le contestó “y yo también, si fuera Parmenion”.

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