lunes, 21 de noviembre de 2016

La sociedad helenística

La sociedad helenística

La originalidad de la sociedad helenística se basa en su diversidad, al intentar integrar, bajo un sistema intencionalmente unificador, un conjunto de pueblos de tradiciones distintas. Por esto, esta nueva sociedad fue muy diversa y heterogénea, ya que bajo el mismo sistema convivían diversos pueblos con diferentes tradiciones, lenguas, creencias, costumbres y etnias.

La mayoría de las estructuras sociales de los autóctonos permanecieron dentro de este sistema unificador griego, aunque transformadas. A rasgos generales, se trató de conservar las estructuras existentes en los territorios conquistados, pero necesariamente había que contar con un elemento nuevo formado por los griegos, cuyos rasgos sociales se habían modificado en contacto con los macedonios. La diferencia estaba en las diversas partes que componían la sociedad, es decir, los principales puestos y cargos fueron ocupados, generalmente, por las elites conquistadoras, es decir, por griegos o macedonios, y el resto eran autóctonos o inmigrantes. 

   
Los Pltolomeos, en Egipto, fusionaron con éxito su papel de conquistadores macedonios con las antiguas tradiciones existentes en el País del Nilo

La principal causa de este hecho, es que los Diádocos y sus sucesores se esforzaron por reforzar el elemento griego en sus países y favoreciendo, por tanto, la inmigración. Los griegos llegaron como soldados o funcionarios al servicio del rey, pero también como agricultores o comerciantes, y se asentaron en las ciudades griegas orientales, donde se les daba inmediatamente la ciudadanía.

Pero la realidad es que nunca se produjo una auténtica unificación. Las estructuras indígenas basadas en las aldeas perduraron en el mundo oriental y en Egipto, ya que la superposición llevada a cabo por los estados helenísticos no varió tan apenas en comparación con la de los estados despóticos anteriores. Como ya hemos dicho, los sectores dirigentes estaban formados mayoritariamente por helenos y macedonios, aunque de modo habitual quedaban integradas las clases dominantes de las antiguas monarquías. Sin embargo, los miembros de éstas tomaban, en ocasiones conflictivas, la determinación de sumarse o encabezar movimientos secesionistas o rebeldes, manifestación de descontento colectivo generalmente encauzado como movimiento étnico, lo que precipitaba su caída.

Por todas estas circunstancias, el panorama resultaba variado: por un lado, el mundo helenístico estaba formado por territorios en los que habitaban pueblos diferentes, en algunos de los cuales la población griega resultaba numéricamente superior, pero por otro lado, en otros territorios era mayor el número de la población identificada como bárbara. De este modo, en las zonas más occidentales del imperio, las nuevas poblaciones experimentaron un proceso creciente de helenización, porque se asentaban en ciudades que imitaban a la polis griega, aunque éstas dejaban de ser independientes para pasar a tener sentido sólo como modo de encuadramiento de poblaciones pertenecientes a un estado monárquico de amplia base territorial. Pero en el caso de los griegos y macedonios que habían emigrado a los territorios orientales, asentándose en las nuevas colonias en las que se mantenían las instituciones y las prácticas griegas, vivían en el aislamiento entre poblaciones bárbaras manteniendo en relaciones, a menudo tensas. También era posible que las prácticas orientales se introdujeran en las comunidades procedentes de Grecia y que los sistemas sociales tendieran en esos momentos a homogeneizarse. En este sentido, la integración de griegos y bárbaros creó una nueva unidad donde las relaciones sociales llegaron a prescindir parcialmente de los fundamentos étnicos, sólo conservados en función de su capacidad productiva y en las relaciones de explotación del trabajo. 

Aún así, las diferencias étnicas y sociales más duraderas fueron las que respondían a la distribución territorial. La riqueza en el mundo antiguo radicaba, básicamente, en la propiedad de la tierra. En este aspecto se daba mucha desigualdad, ya que los propietarios eran griegos o macedonios, es decir la elite conquistadora, frente a los autóctonos que eran los que la trabajaban. Esto apunta a una gran desigualdad social, acentuada por la ostentación de los principales cargos administrativos, tanto en la burocracia como en el ejército; aspecto mucho más acentuado en las ciudades, pues son estas mismas elites las que ostentan los privilegios tanto a nivel político como económico, siempre en detrimento del resto de la población; ya que es en éstas donde los griegos mantuvieron sus costumbres y pretendieron que su superioridad cultural se interpretara como superioridad natural y se tradujera en privilegios políticos y económicos, originando más tensiones entre los diversos sectores poblacionales.


Comerciantes en Antioquía

En este sentido, el aumento de riqueza que se da en esta época, también muestra su cara más desigualitaria en cuanto al reparto de la misma. En relación a estas desigualdades políticas y sociales, es fácil suponer cómo la mayoría de las riquezas se encontraban en manos de unos pocos. Esto produjo un aumento del valor de los objetos pero no de los salarios, lo que acentuó todavía más estas grandes desigualdades; provocando importantes desequilibrios dentro de los distintos sectores de la población. 


No obstante, el aspecto positivo de esta nueva sociedad era que todos, tanto griegos como autóctonos obtuvieron la ciudadanía, y la mujer se realzó en la sociedad, sobre todo si pertenecía a la elite. Fruto de la unión del Occidente griego y el Oriente persa surgirá el Helenismo y con él, cambiará para siempre el modo de ver el mundo.

El ciudadano de la ciudad-estado se encuentra de pronto convertido en ciudadano de una extensa unidad territorial, que, en ocasiones, abarca pueblos de raza y lengua distinta, y las libertades de la época anterior han quedado sujetas por el férreo puño de un magnate que se propone realizar el sueño de imperio universal de Alejandro. 

Es importante destacar cómo las fronteras de los reinos que surgen con la desmembración del imperio de Alejandro, perduran aún después de la caída de estos bajo el poder romano. Con ello se estructuraba la nueva oikumene fronteriza con los bárbaros, y objeto de conquistas territoriales y capturas bélicas que culminará con la anexión, ya por conquista, donación o en régimen de protectorado, de estás monarquías por la expansionista República Romana, proceso que culminará con caída de Egipto el primer tercio del siglo I a. C.

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