lunes, 21 de noviembre de 2016

La cultura durante el Helenismo

La cultura helenística

No se infiere de ningún testimonio que los griegos de época Helenística tuviesen la sensación de que con la muerte de Alejandro hubiese comenzado su decadencia. Al contrario, pues el bienestar material les dio la falsa impresión de que estaban en un momento de vigorosa resurrección.

La presencia de una minoría dominante de origen greco-macedonio en las regiones conquistadas por Alejandro propició la extensión de la cultura griega en vastísimas regiones de Oriente es decir, en la práctica totalidad de la oikumene, o mundo conocido de entonces. No obstante, las regiones conquistadas no eran territorios vacíos, sino que muy al contrario constituían el solar donde habían florecido las primeras y más brillantes culturas desarrolladas en la historia. 

Y aunque la cultura griega fue llevada por los soldados de Alejandro Magno a todas las regiones conquistadas y ejerció enorme influencia en las culturas locales, fue ésta la que recibió y admitió las más diversas influencias. 

Con el afianzamiento de las nuevas monarquías, el centro cultural del helenismo se trasladó de la Grecia continental a las nuevas capitales de los imperios helenísticos, como Alejandría, Antioquía o Pérgamo, que se convertirán en potentes focos culturales y, junto a ellas, pese a la pérdida de su importancia política y económica, alguna de las ciudades más representativas de Época Clásica, como fue el caso de Atenas. 

Y aunque las tierras del inmenso Imperio que había fundado Alejandro, el persa, el sirio, el armenio, el copto y otras lenguas, continuaron siendo usadas por el vulgo y conocidas de todos;  las personas cultivadas y con cargos en la administración utilizaban el griego como lengua oficial, que llegó a ser una lengua internacional entre todos los estados y los hombres del mun­do antiguo, así como la única empleada para la ciencia y la literatura. De este modo, en el mundo helenístico numerosos orientales hicieron del griego su lengua literaria y contribuyeron al desenvolvimiento de las culturas helenísticas, en las que se mezclaron los elementos y materiales griegos con los rasgos y atributos de Oriente. Lentamente se fue creando un mundo nuevo, en el que experimentaron hondas transformaciones todos los aspectos fundamentales de la vida cotidiana y pública.

Reconstrucción ideal del interior de la biblioteca de Alejandría

Alejandría, situada en la parte oeste del Delta del río Nilo, había sido fundada por Alejandro en el año 331 a. C. y se convertiría en la capital griega del Egipto ptolemaico. El soberano construiría monumentos, fundaría museos y la famosa Biblioteca que atraería a sus corte intelectuales y artistas de todo el mundo helenístico. El jónico-ático, dialecto hablado en Atenas durante el Periodo Clásico de la Antigua Grecia, evoluciono hacia una forma conocida como Koiné (literalmente, "común a todos") y ese se convirtió en la lengua de todos los pueblos helenizados.

En esta época se llevó a un avance de la ciencia y tecnología de la que aún se beneficia nuestra época. Las expediciones de Alejandro incluían topógrafos, cuyos registros fueron de gran importancia para la geografía; en esta época surgen algunas de las más importantes corrientes filosóficas (como el estoicismo, el epicureísmo o el peripatetismo), además de desarrollarse las matemáticas, el arte y la medicina o o nunca antes lo habían hecho.

En el centro de la erudición griega fue desde la época de los Diádocos fue Alejandría con su Museion y la famosa Biblioteca.

El Museion, la morada de las Musas, quedaba dentro del palacio de la ciudad y puede compararse con las mejores universidades de la actualidad. Allí, además de la filosofía también se enseñaban ciencias naturales y medicina. Los médicos de Alejandría, en particular Herófilo y Erasístrato, probablemente fueron los primeros en atreverse a estudiar exhaustivamente la anatomía humana y a realizar disecciones de cadáveres. También fue aquí donde  la matemática y la geografía lograron su pleno desarrollo, realizándose contribuciones igualmente importantes a la filosofía y la astronomía..

En cuanto a la Biblioteca, contó, junto al Museion, con más de 700.000 rollos que recogían todo el saber de la Antigüedad. Ptolomeo II, hijo y sucesor de Ptolomeo, había reunido los escritos de griegos, caldeos, egipcios, romanos y judíos, e incluso adquirió al principio de las Guerras de los Diádocos, la biblioteca del fallecido filósofo Aristóteles, además de comprar más libros, principalmente en Atenas y Rodas. 

La gran biblioteca de Alejandría despertó la ambición de los gobernantes de Pérgamo que quisieron emular  a Alejandría como centro de cultura y saber. Pero Ptolomeo II, por celos a verse superado por una reino vecino, prohibió la exportación de papiro, cuyo monopolio ejercía, lo que obligó al uso de la vitela, mucho más cara, pero más resistente, cuyo trabajo alcanzó tal refinamiento en Pérgamo que acabó, universalmente, por conocerse con el nombre de pergamino.

Si bien, la capital ptolemaica destinada a ser centro cultural del mundo helenístico se amplió, no lo fueron menos otras ciudades. La Grecia continental volvió a ser apoyada por los Diádocos mediante donaciones que intentaban influir sobre los ciudadanos griegos; que apoyaron  financieramente a las poleis a través de la fundación de edificios como el Olimpeion de Atenas. Como contrapartida, este apoyo superficial de la vida cultural y financiera de las antiguas ciudades estado supuso una gran pérdida de poder político, ya de por sí bastante mermado. La política exterior, el ejército y los impuestos pasaron a ser competencia de los gobernantes que, a pesar de todo, procuraron cuidadosamente que las ciudades recibieran un trato justo. 

Reconstrucción del faro de Alejandría, cuyo puerto fue un referente indiscutible en todo el Mediterráneo desde la fundación de la ciudad


Y aunque en el período helenístico la cultura y la ciencia se desarrollaron de tal forma que lo hicieron el más brillante de la Antigüedad, la copia y recopilación de los saberes anteriores, dejó, en parte, de lado la improvisación  y frescura de la cultura, que se convirtió en un hecho técnico a cargo de estudiosos especializados, muy buenos en lo tocante a la crítica y a la bibliografía, pero pobres en lo tocante a la inspiración creadora.

Aún así, y que duda cabe, se consiguieron importantes avances. El trabajo astronómico de Eudoxo de Cnidos fue continuado en el siglo III a. C. por Aristarco de Samos, quien propuso la concepción heliocéntrica del mundo y reconoció la rotación de la Tierra. Eratóstenes calculó su extensión y creó el sistema de meridianos. Incluso ya en época de Alejandro, Piteas navegó hasta el Mar del Norte y descubrió Gran Bretaña, sin olvidar cómo Ptolomeo II envió emisarios a la India y mandó explorar el interior de África. 

También se avanzó mucho en el campo de la tecnología, que en pocas décadas hicieron posibles las importantes invenciones de Arquímedes y Herón de Alejandría.

También la literatura de esta época fue particularmente notable, destacando Calímaco, el más importante poeta alejandrino, y sus pupilos, entre ellos Apolonio de Rodas, famoso pos sus Argonáuticas; y, por su puesto, se desarrolló el laudatorio Romance de Alejandro, que gozó de gran popularidad hasta la Epoca Moderna, inspirando a importantes generales y emperadores romanos y siendo, en la Edad Media, el libro más común tras la Biblia, leyéndose desde Europa hasta el sudeste de Asia. 

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