lunes, 21 de noviembre de 2016

La economía en Época Helenística

La economía Helenística

El advenimiento de las nuevas dinastías grecomacedonias, fomentó los mercados orientales con el Mediterráneo, cuyo comercio nunca antes habías sido tan floreciente. Los banqueros atenienses instalaron sus sucursales en las nuevas capitales y monopolizaron todas las transacciones. A tal llegó el desarrollo del comercio, que un tal Antímenes, organizó en Rodas la primera compañía de seguros que, creada en principio para la salvaguardia de esclavos, se extendió después a los naufragios y a los saqueos de los piratas.

La afluencia del oro y la plata del inmenso tesoro persa, aumentó el uso de la mo­neda, cuya acuñación estaba en manos del Estado, e impulsó la economía; las ciudades aumentaron en número y en tamaño, se fue intensificado el comercio a grandes distan­cias, crecieron la riqueza y el lujo, y no tar­daron en aparecer nuevos mercados en Ale­jandría, Antioquía, que, en el siglo II a. C., era el más importante núcleo finan­ciero del mundo, en el que la dracma griega llegó a tener consideración de moneda internacional. 

El rasgo más llamativo de las monedas helenísticas era la utilización de retratos de gente viva, concretamente de los mismos reyes. Esta práctica comenzó en Sicilia, pero alcanzó su máximo grado de expresión con los reyes del Egipto ptolemaico y Siria seléucida que emitieron magníficas monedas de oro adornadas con sus propios retratos, con los símbolo de su estado en el reverso. Esto estableció un modelo para las monedas que ha persistido desde aquella época: un retrato de un rey, usualmente de perfil y en un llamativa pose heroica, en el anverso, su nombre lado y un escudo de armas u otro símbolo del Estado o su autoridad en el reverso.

Dracma de Alejandro representado, en el anverso, con los cuernos de Amón y, en el reserso, la leyenda de su nombre, el título de basileus y una imagen de la Victoria
Los ingresos públicos consistían en la recaudación de los depósitos reales, el rendimiento de los tesoros reales, los aranceles y los impuestos procedentes de los arrendatarios de impuestos. El presupuesto estatal cubría principalmente los gastos de la casa real, el pago de los soldados y funcionarios, y otras cuestiones de política exterior. Pero las necesidades de efectivo eran altas y  la evasión de impuestos se castigaba con la cárcel o, incluso, con la esclavitud.

Pero los tesoros hallados en los cofres de los sátrapas derrotas y el saqueo de los vencidos, fueron puestos en circulación masivamente, provocando una espiral inflacionista a la que los salarios no podían adaptarse. Como consecuencia, lenta pero inexorablemente, los desniveles económicos que todavía diferenciaban a los esclavos de los hombres libres fueron disminuyendo, confundiéndose unos con otros en un proletariado miserable y anónimo.

La tala de los bosques había hecho el resto, pues ya Platón compara las colinas de el Ática con un esqueleto descarnado. También las minas de Laurium habían sido abandonadas, pues era más rentable extraerla de Iberia. 

Como consecuencia de la crisis de la agricultura, totalmente devastad por las continuas guerras, el campo quedó prácticamente despoblado, con unas desastrosas consecuencias para la natalidad. Además, los costes de los productos agrícolas se habían vuelto antieconómicos, pues el trigo egipcio, mucho más barato, acabó por imponerse en los mercados. Esto hizo de Egipto uno de los países más ricos del mundo antiguo. Y su capital, Alejandría, siguió siendo hasta la época del emperador romano Augusto el mayor centro comercial del mundo entonces conocido.

La base de la economía del Egipto helenístico era una agricultura organizada al detalle. Mediante la introducción de métodos de cultivo modernos, Egipto se convirtió en el granero del Mediterráneo oriental, recibiendo el rey aproximadamente un tercio de las cosechas, lo que hizo de Ptolomeo uno de los hombres más ricos de la Antigüedad. 

Los productos alimenticios básicos como el aceite, la sal, el pescado, la cerveza, la miel y los dátiles, la fabricación de papiro, textiles, vidrio y artículos de lujo y el transporte, la banca y el comercio exterior eran responsabilidad del Estado. Éste protegía su propia economía con aranceles de hasta un 50% y logró una expansión del comercio con el este con importantes excedentes comerciales. 



Por tanto, los griegos de esta época vivían principalmente de la artesanía y del comercio, pero la parte principal de los ingresos los acaparaban los ricos mercaderes propietarios de flotas y bancos. Fueron estos los grandes beneficiados de las conquistas de Alejandro. Los nuevos reinos surgidos tras él, necesitaban técnicos que los dotasen de complejas maquinarias administrativas, y sólo Grecia podía proporcionarlos. Cualquier modesto empresario llegado de Grecia con un poco de experiencia recibía encargos de tal envergadura como el de organizar el sistema bancario de todo un reino, o el mando de una importante flota mercante. Éstos genios de las finanzas ganaban mucho, roban otro tanto y se preparaban para una vejez lujosa y despreocupada. Nada nuevo.

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