domingo, 27 de noviembre de 2016

El ejército de Alejandro (III): el oficio de las armas

El reclutamiento

Las evidencias históricas indican que los reyes de Macedonia reclutaban a los soldados de infantería de dos formas distintas. El grueso de la infantería pesada, los pezhetairoi (9 000 soldados), procedían de levas regionales y estaban bajo el mando de la aristocracia local. De este modo, sabemos que existía una unidad (taxis) formada por orestios y lincestios, y otra integrada por tropas de Tinfea; sin olvidar como también había escuadrones de caballería (ilai) de Anfípolis, Antemo o Apolonia.

Pezhetairoi

En lo que respecta a las levas campesinas y a sus jefes "tribales", este tipo de organización reflejaba la pauta ancestral de las regiones montañosas cuya unificación en un Estado macedonio era, todavía, muy reciente. Por esta razón, la escuela de los futuros oficiales se encontraba en la corte de Pella, y no era casualidad que allí se educasen los hijos de la nobleza macedonia, a los que se les enseñaba a anteponer sus intereses personales a los de su región. Una manera bastante diplomática de asegurarse rehenes de cara a posibles nobles disidentes.

Uno de los más importantes elementos de cohesión del ejército macedonio era que los comandantes (taxiarchoi) procedían de la misma región que sus tropas, que agrupaban a habitantes de una misma zona en un mismo taxis. Incluso, en diversas ocasiones, la comandancia de los regimientos pasaba de padres a hijos, lo que fortalecía, más si cabe, esos mismos lazos de unión. Parece ser que, los seis taxeis de pezhetairoi eran originarios de la Alta Macedonia, según se deduce de la procedencia de sus comandantes.

En cuanto a los hipaspistas, estos eran una fuerza de élite cuyos miembros se elegían individualmente por su valor y fuerza física. Por este motivo, el reclutamiento se basaba en el estatus social, dividiéndose en "regulares" y "reales". De este modo, los comandantes de hipaspistas regulares, como los quiliarcas y pentacosiarcas, eran elegidos por su valor; pero el comandante en jefe del cuerpo (archihypaspistes) siempre era un noble macedonio elegido por el rey.
 

Hipaspista e hipaspista real

Hasta donde sabemos, no había un límite de tiempo concreto de servicio en el ejército macedonio, al menos para los soldados de infantería. De forma general, se llamaba al soldado a filas cuando lo requería la situación y por el tiempo que el rey determinase necesario. Pero la expedición a Asia de Alejandro fue excepcional en este aspecto, pues las tropas proporcionadas por la Liga de Corintio, participaron en la guerra para vengarse del rey persa y Alejandro tenía la obligación de dejarlas marchar una vez cayese la capital aqueménida o, en su defecto, tras la muerte de Darío, pero no fue así. Tampoco en el caso de los soldados macedonios, que tampoco podían abandonar la expedición -ni siquiera con el consentimiento del rey- sin ver su honor mancillado, tal y como ocurrió tras el motín de Opis e Hífasis.


Disciplina y sueldo: el oficio de las armas

Incluso para los estándares de la Antigüedad, el nivel de entrega exigido a los soldados macedonios fue excepcional, sobre todo teniendo en cuenta su largo periplo que les llevó de los Balcanes al Indo, atravesando difíciles pasos de montaña de más de 3 500 m de altura; cruzado, en su viaje, imponentes ríos como el Éufrates, el Tigris, el Oxus, el Yaxartes, el Indo y sus tributarios, además del Nilo; sin olvidar los desiertos, como el difícil viaje a Siwa o el extenuante regreso por el desierto de Gedrosia, soportando miles de penalidades, sed, hambre, enfermedades y heridas que causaron numerosas bajas y, sobre todo, batallando sin descanso. Los soldados de infantería que acompañaron a Alejandro desde el inicio de la expedición habían recorrido la increíble cifra de 33 578 km cuando Alejandro expiró en Babilonia y, para muchos, el viaje no terminó aquí.

Por tanto, la disciplina y los castigos a la tropa eran frecuentes. Desde multas económicas por descuido en la indumentaria o el armamento, hasta azotes o, para las faltas graves, la pena de muerte.


En el motín de Opis, Alejandro les dijo a sus tropas: “¿ queréis marchaos? De acuerdo.Y cuando estéis en Macedonia,decid que abandonasteis a Alejandro,el vencedor de los persas, medos, sogdianos, aracosios, gedrosios,... Y entonces vereis si los dioses os conceden su perdón y los hombres celebran vuestra gloria.¡Marchaos!"

En Macedonia, el rey tenía la última palabra y era quien velaba por el correcto comportamiento de sus hombres y oficiales. Y Alejandro era exigente al respecto. Llegó a amonestar a sus oficiales por un exceso de lujo: ya por llevar mujeres al campamento en contra de lo dispuesto por él, ya por disfrutar de baños de agua caliente cuando sus soldados sufrían determinadas privaciones. Incluso a uno de ellos, que comenzó a usar sábanas de seda en campaña, le ordenó dormir con el resto de las tropas una temporada para bajarle los humos. Para las faltas graves, como insubordinación, motín o intento de atentado contra el rey, el castigo era la muerte, eso sí tras ser juzgados en asamblea por el ejército. El tipo de muerte podía ser por lapidación o por jabalina, aunque en ocasiones algunos fueron arrojados al Tigris con cadenas o fueron aplastados por elefantes.

En cuanto a la soldada, parece que los ejércitos de infantería no recibían ningún tipo de salario por sus servicios, aunque el rey les proporcionaba todo lo necesario para su subsistencia y compensaba los pagos con el saqueo de las ciudades conquistadas y el despojo a los vencidos.

Pero el botín siempre se repartía en función del mérito de cada individuo, aunque los soldados de infantería siempre recibían menos que los de caballería, llegando a haber importantes diferencias entre los distintos cuerpos. Pero Alejandro siempre se mostró generoso con sus tropas, de hecho, tras la rendición de Babilonia, a cada soldado de caballería macedonio se le dieron seis minas (600 dracmas), mientras que a los soldados de caballería extranjera 5; a la infantería macedonia 2 y, a los mercenarios, dos meses de salario. Según estimaciones actuales, Alejandro se gastaba en el ejército el equivalente a un año de ingresos del Imperio.

El mal llamado sarcófago de Alejandro, que, tal vez, debió pertenecer a uno de sus hetairoi

Además de gratificaciones económicas por actos de valor, tanto a los soldados a nivel particular, como a destacamentos enteros, se les podía distinguir con honores de todo tipo: desde disfrutar de posiciones de honor en la línea de batalla, a mayor parte en el botín o incluso -al menos cuando al principio de la campaña las distancias así lo permitían- con permisos para que pasasen el invierno con sus mujeres. Además, los caídos en combate eran honrados con un pomposo funeral militar y sus viudas e hijos recibían las correspondientes pensiones.


El campamento y las marchas del ejército

Poco sabemos de la organización castrense macedonia. De forma general, los soldados dormían en tiendas de campaña que se clavaban al suelo con estaquillas de hierro de un modo similar a las tiendas de campaña modernas. Aunque en circunstancias excepcionales, como durante la campaña de la India, los soldados durmieron en hamacas por miedo a las serpientes venenosas. Las referencias a las tiendas de campaña son bastante vagas, pero sabemos que se hacían con cueros impermeables, que a su vez podían ser cosidos y rellenados de paja para ser utilizados a modo de balsas a la hora de cruzar los ríos.

Cada dekas (la unidad básica del ejército macedonio) contaba con su propio esclavo que se ocupaba de cuidar los enseres comunes de este pequeño grupo y transportarlos en una mula, estos compartían la tienda, una serie de utensilios comunes para el rancho y avanzaban juntos en la formación, aunque desconocemos  el número exacto de sus componentes. En todo caso, se cree que ocho tiendas, agrupadas de cuatro en cuatro y puestas una enfrente de la otra (y con dos hombres por cada una de ellas), compartían una hoguera, por lo que el dekas pudo haber estado compuesto por 16 hombres. Las tiendas siempre se plantaban en el interior de los campamentos, que se rodeaban de una trinchera defensiva y un muro interior.

Los suministros y las provisiones solían adquirirse por el camino, bien en poblados no hostiles, bien en las caravanas de mercaderes que seguían al ejército. Muchas de las deudas contraídas por los plebeyos macedonios eran el resultado del trato con estas caravanas, entre cuyas ofertas estaba el juego o la prostitución. De este modo, el tren de equipajes de las tropas debió aumentar con cada éxito del ejército, pues eso aseguraba un constante flujo de efectivo gracias al botín, pero también de esclavos o concubinas.

Alejandro Magno negándose a beber el agua que le ofrecieron durante su marcha por Gedrosia al no haber suficiente para el resto de sus tropas

Y aunque hubo momentos críticos, como la travesía por el desierto de Gedrosia, durante la que, tras agotar las provisiones y hurgar la tierra en busca de raíces, los macedonios empezaron a sacrificar los animales de carga e incluso sus propias monturas, viéndose obligados a quemar el botín por el que tanto habían luchado y que les había hecho llegar hasta los rincones más alejados de Oriente; la infraestructura viaria del Imperio Persa facilitó el movimiento de las tropas, las comunicaciones y su suministro. De hecho, los soldados podían mandar y recibir cartas de sus familiares en Grecia, eso sí, el tiempo de entrega debía ser considerable.






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