El reclutamiento
Las evidencias históricas indican
que los reyes de Macedonia reclutaban a los soldados de infantería de
dos formas distintas. El grueso de la infantería pesada, los pezhetairoi
(9 000 soldados), procedían de levas regionales y estaban bajo el mando
de la aristocracia local. De este modo, sabemos que existía una unidad
(taxis) formada por orestios y lincestios, y otra integrada por tropas
de Tinfea; sin olvidar como también había escuadrones de caballería
(ilai) de Anfípolis, Antemo o Apolonia.
Pezhetairoi
En lo que
respecta a las levas campesinas y a sus jefes "tribales", este tipo de
organización reflejaba la pauta ancestral de las regiones montañosas
cuya unificación en un Estado macedonio era, todavía, muy reciente. Por
esta razón, la escuela de los futuros oficiales se encontraba en la
corte de Pella, y no era casualidad que allí se educasen los hijos de la
nobleza macedonia, a los que se les enseñaba a anteponer sus intereses
personales a los de su región. Una manera bastante diplomática de
asegurarse rehenes de cara a posibles nobles disidentes.
Uno
de los más importantes elementos de cohesión del ejército macedonio era
que los comandantes (taxiarchoi) procedían de la misma región que sus
tropas, que agrupaban a habitantes de una misma zona en un mismo taxis.
Incluso, en diversas ocasiones, la comandancia de los regimientos pasaba
de padres a hijos, lo que fortalecía, más si cabe, esos mismos lazos de
unión. Parece ser que, los seis taxeis de pezhetairoi eran originarios
de la Alta Macedonia, según se deduce de la procedencia de sus
comandantes.
En cuanto a los hipaspistas, estos eran
una fuerza de élite cuyos miembros se elegían individualmente por su
valor y fuerza física. Por este motivo, el reclutamiento se basaba en el
estatus social, dividiéndose en "regulares" y "reales". De este modo,
los comandantes de hipaspistas regulares, como los quiliarcas y
pentacosiarcas, eran elegidos por su valor; pero el comandante en jefe
del cuerpo (archihypaspistes) siempre era un noble macedonio elegido por
el rey.
Hipaspista e hipaspista real
Hasta donde sabemos, no había un límite de
tiempo concreto de servicio en el ejército macedonio, al menos para los
soldados de infantería. De forma general, se llamaba al soldado a filas
cuando lo requería la situación y por el tiempo que el rey determinase
necesario. Pero la expedición a Asia de Alejandro fue excepcional en
este aspecto, pues las tropas proporcionadas por la Liga de Corintio,
participaron en la guerra para vengarse del rey persa y Alejandro tenía
la obligación de dejarlas marchar una vez cayese la capital aqueménida
o, en su defecto, tras la muerte de Darío, pero no fue así. Tampoco en
el caso de los soldados macedonios, que tampoco podían abandonar la
expedición -ni siquiera con el consentimiento del rey- sin ver su honor
mancillado, tal y como ocurrió tras el motín de Opis e Hífasis.
Disciplina y sueldo: el oficio de las armas
Incluso
para los estándares de la Antigüedad, el nivel de entrega exigido a los
soldados macedonios fue excepcional, sobre todo teniendo en cuenta su
largo periplo que les llevó de los Balcanes al Indo, atravesando
difíciles pasos de montaña de más de 3 500 m de altura; cruzado, en su
viaje, imponentes ríos como el Éufrates, el Tigris, el Oxus, el Yaxartes,
el Indo y sus tributarios, además del Nilo; sin olvidar los desiertos,
como el difícil viaje a Siwa o el extenuante regreso por el desierto de Gedrosia,
soportando miles de penalidades, sed, hambre, enfermedades y heridas
que causaron numerosas bajas y, sobre todo, batallando sin descanso. Los
soldados de infantería que acompañaron a Alejandro desde el inicio de
la expedición habían recorrido la increíble cifra de 33 578 km cuando
Alejandro expiró en Babilonia y, para muchos, el viaje no terminó aquí.
Por tanto, la
disciplina y los castigos a la tropa eran frecuentes. Desde
multas económicas por descuido en la indumentaria o el armamento, hasta
azotes o, para las faltas graves, la pena de muerte.
En el motín de Opis, Alejandro les dijo a sus tropas: “¿ queréis marchaos? De acuerdo.Y
cuando estéis en Macedonia,decid que abandonasteis a Alejandro,el vencedor de
los persas, medos, sogdianos, aracosios, gedrosios,... Y entonces vereis si los
dioses os conceden su perdón y los hombres celebran vuestra gloria.¡Marchaos!"
En
Macedonia, el rey tenía la última palabra y era quien velaba por el
correcto comportamiento de sus hombres y oficiales. Y Alejandro era
exigente al respecto. Llegó a amonestar a sus oficiales por un exceso de
lujo: ya por llevar mujeres al campamento en contra de lo dispuesto por él, ya por disfrutar de baños de agua caliente cuando sus soldados
sufrían determinadas privaciones. Incluso a uno de ellos, que comenzó a
usar sábanas de seda en campaña, le ordenó dormir con el resto de las
tropas una temporada para bajarle los humos. Para las faltas graves,
como insubordinación, motín o intento de atentado contra el rey, el
castigo era la muerte, eso sí tras ser juzgados en asamblea por el
ejército. El tipo de muerte podía ser por lapidación o por jabalina,
aunque en ocasiones algunos fueron arrojados al Tigris con cadenas o
fueron aplastados por elefantes.
En cuanto a la
soldada, parece que los ejércitos de infantería no recibían ningún tipo
de salario por sus servicios, aunque el rey les proporcionaba todo lo
necesario para su subsistencia y compensaba los pagos con el saqueo de
las ciudades conquistadas y el despojo a los vencidos.
Pero
el botín siempre se repartía en función del mérito de cada individuo,
aunque los soldados de infantería siempre recibían menos que los de
caballería, llegando a haber importantes diferencias entre los distintos
cuerpos. Pero Alejandro siempre se mostró generoso con sus tropas, de
hecho, tras la rendición de Babilonia, a cada soldado de caballería
macedonio se le dieron seis minas (600 dracmas), mientras que a los
soldados de caballería extranjera 5; a la infantería macedonia 2 y, a
los mercenarios, dos meses de salario. Según estimaciones actuales,
Alejandro se gastaba en el ejército el equivalente a un año de ingresos
del Imperio.
El mal llamado sarcófago de Alejandro, que, tal vez, debió pertenecer a uno de sus hetairoi
Además de gratificaciones económicas por
actos de valor, tanto a los soldados a nivel particular, como a
destacamentos enteros, se les podía distinguir con honores de todo tipo:
desde disfrutar de posiciones de honor en la línea de batalla, a mayor
parte en el botín o incluso -al menos cuando al principio de la campaña
las distancias así lo permitían- con permisos para que pasasen el invierno con sus mujeres. Además, los caídos en combate eran
honrados con un pomposo funeral militar y sus viudas e hijos recibían
las correspondientes pensiones.
El campamento y las marchas del ejército
Poco
sabemos de la organización castrense macedonia. De forma general, los
soldados dormían en tiendas de campaña que se clavaban al suelo con
estaquillas de hierro de un modo similar a las tiendas de campaña
modernas. Aunque en circunstancias excepcionales, como durante la
campaña de la India, los soldados durmieron en hamacas por miedo a las
serpientes venenosas. Las referencias a las tiendas de campaña son
bastante vagas, pero sabemos que se hacían con cueros impermeables, que a
su vez podían ser cosidos y rellenados de paja para ser utilizados a
modo de balsas a la hora de cruzar los ríos.
Cada dekas
(la unidad básica del ejército macedonio) contaba con su propio esclavo
que se ocupaba de cuidar los enseres comunes de este pequeño grupo y
transportarlos en una mula, estos compartían la tienda, una serie de
utensilios comunes para el rancho y avanzaban juntos en la formación,
aunque desconocemos el número exacto de sus componentes. En todo caso,
se cree que ocho tiendas, agrupadas de cuatro en cuatro y puestas una
enfrente de la otra (y con dos hombres por cada una de ellas),
compartían una hoguera, por lo que el dekas pudo haber estado compuesto
por 16 hombres. Las tiendas siempre se plantaban en el interior de los
campamentos, que se rodeaban de una trinchera defensiva y un muro
interior.
Los suministros y las provisiones solían
adquirirse por el camino, bien en poblados no hostiles, bien en las
caravanas de mercaderes que seguían al ejército. Muchas de las deudas
contraídas por los plebeyos macedonios eran el resultado del trato con
estas caravanas, entre cuyas ofertas estaba el juego o la prostitución.
De este modo, el tren de equipajes de las tropas debió aumentar con cada
éxito del ejército, pues eso aseguraba un constante flujo de efectivo
gracias al botín, pero también de esclavos o concubinas.
Alejandro
Magno negándose a beber el agua que le ofrecieron durante su marcha por
Gedrosia al no haber suficiente para el resto de sus tropas
Y
aunque hubo momentos críticos, como la travesía por el desierto de
Gedrosia, durante la que, tras agotar las provisiones y hurgar la tierra
en busca de raíces, los macedonios empezaron a sacrificar los animales
de carga e incluso sus propias monturas, viéndose obligados a quemar el
botín por el que tanto habían luchado y que les había hecho llegar hasta
los rincones más alejados de Oriente; la infraestructura viaria del
Imperio Persa facilitó el movimiento de las tropas, las comunicaciones y
su suministro. De hecho, los soldados podían mandar y recibir cartas de
sus familiares en Grecia, eso sí, el tiempo de entrega debía ser
considerable.
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