miércoles, 7 de diciembre de 2016

Macedonia antes de Alejandro


El Reino de Macedonia fue un Estado griego de la antigüedad clásica y helenística, situado en el norte de la actual Grecia, que compartía fronteras con el Reino de Epiro en el oeste y con la región de Tracia en el este.

En cuanto a su organización política, su estructura formaba una pirámide de tres estratos: arriba estaban el rey y la nación, abajo, las organizaciones cívicas (ciudades) y, entre ambos, los distritos.

Políticamente, Macedonia estaba organizada como una monarquía, cuyo rey pertenecía a la dinastía de los Argeadas, los cuales, desde el siglo V a. C., lograron imponer su posición sobre una nobleza fuerte, de carácter territorial. Argelao (413-399) trasladó la capital del reino a Pella, situada en una llanura costera, y construyendo una ciudad según el modelo griego; pero será con Filipo II, que ascendió al trono en el 359 a. C., cuando el país emprendió una serie de reformas que permitieron a Macedonia erigirse como la fuerza política más importante de Grecia.


Macedonia antes de Filipo II

Entre las reformas más importantes, cabe destacar la del ejército, en la que la fuerza militar surgió a partir de una falange de campesinos de gran capacidad ofensiva; en cuanto a los mandos militares, estos eran ostentados por los nobles, miembros de la poderosa aristocracia macedónica que, a su vez, conformaban el núcleo de una poderosa caballería siendo, el comandante supremo, el rey.

La expansión territorial de Filipo otorgó a Macedonia la posesión de importantes minas de oro y plata, que utilizó no sólo en la modernización de su ejército, sino también en la adquisición de influencia política en las ciudades del Egeo, que a su vez dependían de Macedonia para la consecución de madera y pez, materias primas imprescindibles para la construcción naval, tan importante entre los griegos. Además, Macedonia era un país rico en trigo y pastos, con una alta densidad de aldeanos y jinetes, aunque, en origen, con una costa marítima reducida. Si situación, ya de por sí buena, se vio acentuada por el agotamiento que habían sufrido presas y griegos tras las Guerras Médicas, o los posteriores enfrentamientos en los que se vio envuelto el mundo griegos a partir de éstas.


Macedonia a la muerte de Filipo II

En este contexto, el rey supo ganarse la voluntad de esta poderosa aristocracia otorgándole parte de las tierras conquistadas, a la vez que la hizo partícipe en una especie de Consejo Real. El Consejo estaba formado por un grupo restringido de personalidades importantes de reino, que secundaban al rey en el gobierno. Sus miembros pertenecían a tres categorías:

- Los nobles macedonios.
- Los amigos o compañeros reales.
- Los principales generales del ejército.

 
Filipo II

En el Consejo reinaban los principios democráticos de igualdad de palabra y de libertad de uso de la misma, a los cuales el rey si esa era la voluntad de sus miembros. No obstante, y como veremos más adelante, nuevas concepciones políticas producto de la posterior expansión de Macedonia por tierras persas y el préstamo de nuevos principios y comportamientos políticos propios del mundo oriental, caracterizados por el despotismo y la veneración al soberano, chocarán con la mentalidad macedonia, basada en una especie de democracia aristocrática practicada en el Consejo Real, llegando a ser, en ocasiones, irreconciliable.

 
El Sol de Verginia, simbolo de la dinastía Argéada


La importancia del ejército en Macedonia queda atestiguada por el hecho de que todos los ciudadanos/soldados se reunían en una asamblea popular al menos dos veces al año, en primavera y en otoño, lo que coincidía con el principio y el final de la temporada militar. Esta asamblea, en la que acudía el ejército en tiempos de guerra y el pueblo en tiempos de paz, la convocaba el rey y tenía un importante papel en los juicios importantes; podía  ser consultada para asuntos exteriores (declaraciones de guerra, tratados de paz o alianzas), así como para ascender a altos oficiales del estado sin olvidar su papel, incluso, en el nombramiento de nuevos monarcas. Aunque, en la mayoría de estas ocasiones, la Asamblea no hacía más que ratificar las propuestas del Consejo Real.

De este modo, tras suceder a su padre, Alejandro se encontró con que debía gobernar un país radicalmente distinto del que heredó Filipo II 23 años antes. El pequeño reino pobre y fronterizo reino, tantas veces desdeñado por los griegos, se había convertido en un poderoso Estado militar de fronteras consolidadas que, gracias a un ejército experimentado, dominaba indirectamente Grecia a través de la Liga de Corinto.

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